Texto escrito por Jon_Karrantza
Ya está aquí la Milano-Sanremo, La Classicissima, el Mundial de Primavera, o simplemente La Primavera. Un monumento, y algo más para los italianos. Ganar en La Riviera es para ellos como una obsesión, el principio y el fin de la temporada ciclista.
En mi caso ha sido un descubrimiento tardío, al igual que el resto de clásicas, obnubilados como nos tenían con las grandes vueltas. Pero es que ya se sabe, es muy larga y aburrida, siempre termina al sprint, o con suerte a alguno le da por montar el Poggio.
Es una carrera “in crescendo”, con un guión muy marcado. Ritmo tranquilo durante buena parte del día, que a medida que se acerca a los puntos clave va creciendo en velocidad y tensión, y culmina con uno de los finales más emocionantes de la temporada, solo a la par del final de un mundial. Es por ello que se la conoce como el Mundial de Primavera, además de por reunir siempre a corredores de perfiles tan dispares como vueltómanos, pedrusqueros, ardeneros, croners y sprinters, como en un mundial de ruta.
Una Carrera de 300 kms, “el monumento más fácil de acabar, pero el más difícil de ganar” (frase atribuida a Mark Cavendish). Precisamente, vamos a ver 8 maneras diferentes de ganar en Sanremo, elegidas en honor a sus grandes leyendas (el portal ciclismoayerhoy.com dedicó un artículo a la leyenda más grande y sus 7 victorias, Eddy Merckx).
Hablemos de ciclismo nada más, puro ciclismo, lo más bonito, disfrutar y narrar carreras.
Piano piano. Sprint
Como sólo nos vendían las grandes vueltas no pude disfrutar de las actuaciones de Óscar Freire en esta prueba. Le costó ganar a pesar de que, como nos cuenta Juanma Muraday en su genial biografía, en sus años de Mapei le enseñaron a correrla y amarla. Y se convirtió en uno de sus grandes retos de cada temporada, en una de sus carreras fetiche que llegó a ganar 3 veces (al igual que el mundial). “La Sanremo es una carrera importantísima. Estuve tres años en un equipo italiano y se hablaba siempre de ésta prueba”
Después de varios intentos rozando la gloria, Freire consiguió vencer en 2004, tras una jornada típica de escapada irrelevante, tensión creciente, ataques serios en Cipressa controlados por el mismo Oscar, ataques más serios en el Poggio pero sin éxito, y un grupo de unos 40 corredores jugándose la victoria al sprint.
“Contaba con la ayuda de Hayman, y Dekker me dejó fenomenalmente colocado (a rueda de Petacchi). Zabel me metió la bicicleta y le tuve que dejar, si no no hubiéramos ganado ninguno. Petacchi estuvo bien todo el día incluso en el Poggio pero debió acusar la fatiga, no olvidemos que la Via Roma tiene una ligera pendiente y no es fácil esprintar.”
“Non so se ho vinto (no sé si he ganado)” decía Oscar en meta a la reportera de la Rai. Para el recuerdo la imagen legendaria de Erik Zabel con los brazos en alto y su cara de asombro al ver a Freire adelantar en la misma línea de meta con un golpe de riñón.
(2004 Milan San Remo – YouTube)
Adagio. Romper el sprint.
El Fabian Cancellara de 2008 era el mejor contrarelojista del mundo, además de uno de los pedrusqueros de mayor presente y futuro (en sus vitrinas ya lucía un adoquín de Roubaix). Pero aún no había mostrado una de sus cualidades más aplaudidas, la que fue a inaugurar en la Milano-Sanremo de aquel año, y una resolución que se ha repetido en varias ocasiones en La Primavera.
Fabian describía así la carrera a la revista Rouleur: “Parece bastante fácil en el papel: arriba, abajo, arriba, abajo, meta. Fácil ¿no? Pues es la carrera de un día más difícil.”
La edición de 2008 transcurrió bajo el guión previsto de tensión creciente y ataques definitivos sin éxito en el Poggio. Cancellara logró aguantar y llegar en el grupo a los últimos kilómetros.
“En Sanremo sólo puedes moverte una vez, no tienes fuerzas para dos movimientos. Por lo que cuando lo haces lo quieres hacer bien.” Y bien que lo hizo, aprovechó el típico desorden tras el descenso del Poggio y pegó un estacazo a 2 kms de meta. Su apabullante manera de rodar permitió que se plantara sólo en la meta de Lungomare Italo Calvino.
Aquel movimiento lo repitió en otras grandes carreras (Le Tour) pero sus rivales aprendieron la lección. Eso sí, para disfrute de todos, ya que como contaba en el podcast de Geraint Thomas desde aquello “todos creían que era el más fuerte, esperaban que saliera yo a los cortes o que tirara del grupo. Así que mejor atacar”.
Larghetto. Bajando el Poggio.
En 1992 Sean Kelly apuraba su grandiosa carrera profesional. Como explicaba a la web Stickybottle, “ya no me consideraban favorito en monumentos, y cambié el PDM por el Festina porque no confiaban en que pudiera ganar de nuevo.”
A sus 35 años “estaba en buena forma pero no súper como en años anteriores. Antes del Poggio me dije: ‘Estoy con los buenos, me siento bien pero hay que ser realista, tengo que estar sobre la posición 15 y esperar’. Argentin atacó y yo seguía allí con el resto. En la cima remonté a cabeza del grupo y me lancé.”
Poco a poco abrió hueco con el grupo arriesgando en el mítico descenso y atrapó a Argentin justo abajo. “Se sorprendió al verme llegar, no se lo esperaba, y me dijo que tirara. Abrí mucho la boca como asfixiado y negué con la cabeza. Me apartaba a un lado para que viera bien al grupo acercándose por detrás. Ese año sólo había 1km tras el descenso del Poggio. Por lo que siguió tirando fuerte pensando que podía batirme al sprint (o hacer segundo al menos). Le gané el sprint cómodamente. Fue mi última gran victoria”
“Si hubiera tirado yo me habría hecho lo mismo. Más adelante Argentin me dijo que debería compartir el premio con él, que le privé de una gran victoria, pero acabamos bromeando cuando le recordé que él me privó del arcoiris en el mundial de 1987 con un férreo marcaje”.
Andantino. Palo en el Poggio.
Después de la espectacular edición del año anterior, la Sanremo de 2018 se presentaba con idénticos favoritos. Como explicaba Vincenzo Nibali al portal Cycling.today, “teníamos dos puntos clave en la carrera dónde debía moverme: en la Cipressa si 5 o 6 rivales escapaban, y el Poggio era el punto más peligroso donde podría haber ataques de Kwiatkowski o Sagan.”
“Estuve a la espera y vigilante. Cuando el campeón lituano atacó salí tras él ya que intentábamos controlar para Colbrelli. Cogimos unos 20 segundos y al llegar la parte más dura del Poggio decidí ir a por ello en solitario. Sé que si gano la Sanremo tengo que llegar sólo, si llego con Alaphilippe, Kwiatkowski o Gilbert seré derrotado. En la última parte estaba concentrado en tomar la decisión correcta.”
Con el grupo de favoritos demasiado pendientes de la rueda del campéon del mundo Peter Sagan, el siciliano aprovechó la parte alta del Poggio, más llana, para abrir hueco a base de rodar fuerte y aprovechar una pequeña pero inestimable ayuda de la moto de televisión. Después aprovechó sus dotes de genial bajador y se plantó en Sanremo con ventaja.
“Traté de estar fuerte, pedalear duro y ser constante. Los últimos dos kilómetros parecían no tener fin pero seguí empujando y lo logré. Milano-Sanremo es una de las carreras que veía mucho de pequeño pero nunca pensé en ganarla ya que se adecuaba a los sprinters. Tengo que agradecer a mi entrenador Paolo Slongo que me recordó que siempre es una carrera tan impredecible.”
Moderato. Desde Cipressa.
Leyendo la muy recomendable autobiografía de Laurent Fignon, en concreto una maravilla de capítulo exclusivo sobre la Milano-Sanremo, descubro que no sólo fue aquel corredor rubio de coleta y gafitas que perdió el Tour por 8 segundos. Aparte de ser doble ganador del Tour muy joven y de arrasar en un Giro, lo que más me sorprendió fue su doble victoria consecutiva en Sanremo.
“Con sus casi 300kms exigía una resistencia a toda prueba, a la que había que añadir capacidad para el punch en los últimos kilómetros”. Jamás se le había pasado por la cabeza ganar en La Riviera, pero su compañero Gallopin le convenció: “Está hecha para tí.”
Pero tras su victoria de 1988 con un ataque demoledor en el Poggio sus rivales le tenían cogida la matrícula. “Las cualidades esenciales para ganarla son la paciencia y el punch, hay que atacar una sola vez y en el lugar adecuado, no es fácil. Tenía claro que no podía ganar de la misma manera que el año anterior, decidí cambiar el sitio del ataque, entre La cipressa y el Poggio”. No fue un ataque definitivo en Cipressa (el gran Paolo Bettini siempre dijo que le hubiese gustado ganar atacando desde Cipressa), pero si la carrera transcurre de modo exigente puede ser un sitio muy selectivo debido a los ataques.
Así, en el llano entre Cipressa y Poggio, en el ataque definitivo de Maassen y Fignon, no quedaban gregarios para organizar una caza de verdad. Es lo que tienen las clásicas, y sobre todo los monumentos, el que va delante tiene ventaja ya que pedalea a tope y los de atrás son un mar de dudas. “Con 40 segundos a pie del Poggio aceleré en la parte más dura y Maassen entregó la cuchara. Cómo expresarlo… Ganar dos veces seguidas una clásica tan importante era muy raro. Hacía falta una mezcla de saber hacer y premeditación.”
Allegro ma non tropo. Ataque lejano.
Durante el confinamiento por el Covid-19 no todo fue malo. La pandemia nos trajo un regalo en formato podcast, la Taberna ACDP. Fueron programas diarios especiales a modo de terapia y compañía en esos momentos tan duros, y junto al recién nacido canal de Telegram contribuyeron a lo que es hoy la Familia ACDP.
Y si hubo una taberna especial ésa fue la charla distendida con el gran Claudio Chiapucci, el diablo. Aparte de sus memorables actuaciones en las maratones de alta montaña en el Tour, hubo tiempo para comentar su victoria de lejos en la Milano-Sanremo de 1991. “¿Cómo que de lejos? De muy lejos.”
Y tan lejos, fue una escapada que se fraguó en el interminable pero lejano puerto del Turchino. Pero como él mismo reconoció no era una escapada cualquiera, “éramos quince ciclistas y todos trabajábamos. Yo no era el máximo favorito, ya que no es una carrera adecuada a mis características.”
Pero otros compañeros de escapada no podían confiarse en exceso. “En 300kms cambian mucho las piernas. ¿La cabeza? No hay tiempo para pensar, 300kms pasan rápido, te confías pero te olvidas de que son 300kms.”. Se deshizo del último compañero de aventura en el Poggio culminando su gesta en solitario en las calles de Sanremo.
Como curiosidad, recogida en el genial programa especial para #FansACDP “El Abecedario – Milano Sanremo de la A a la Z”, Chiapucci dijo el día anterior a la carrera que iba a atacar en el Turchino. Y lo hizo.
Vivace. Un uomo sólo desde Turchino.
Como relatan Marcos Pereda en su libro Arriva Italia y Raul Perez Martinez en el autoeditado Biba Coppi!, La Milano-Sanremo de 1946 era la primera edición tras la segunda guerra mundial, con una Italia físicamente y anímicamente destruida.
Fausto Coppi quería demostrar pronto que seguía igual de fuerte después de la guerra y entrenó muy duro para estar a punto en la Classicissima. En su equipo pensaron atacar desde el Capo Berta (en aquel tiempo no se ascendían Cipressa y Poggio), pero corría el riesgo de ser cazado por el pelotón el los kilómetros llanos hasta meta.
Tras una salida alegre se forma la escapada y cuando se llevaban 50 kilómetros (demasiado lejos para la mayoría) Coppi lanza su arriesgado envite. Dio caza a la escapada y uno a uno se fue deshaciendo de los rivales, el último subiendo Turchino a falta de 150 kms de meta. Su salida en solitario del túnel que hay en la cima fue el símbolo a la salida del túnel de tantos horrores y hacia la luz de una nueva ilusión.
Coppi, un uomo sólo, llegó victorioso a meta y aún hubo que esperar 14 minutos hasta la llegada del segundo. Es ya legendaria la frase del locutor en meta: “Primo Fausto Coppi, mientras esperamos al siguiente ponemos música”.
Prestíssimo. Escapada de salida.
Echando mano de nuevo de su libro, Laurent Fignon relataba que en 1990 “mi dominio en Sanremo no se iba a prolongar, a pesar del mimo con que preparé la prueba. De hecho los italianos querían que se acabara aquel dominio y nos habían preparado una sorpresa bastante fea desde el inicio de la carrera. Un grupo enorme se escapó, pero no la típica escapada matinal, sino un mini pelotón con grandes nombres y varios favoritos. Nuestros esfuerzos fueron en vano, no pudimos empalmar.”
En aquel año Gianni Bugno era un talentino en el que Italia tenía depositadas muchas esperanzas, y que ya había dejado destellos. No sólo fue uno de los integrantes de la famosa escapada, si no que fue el más fuerte de la misma. Aunque como acostumbraba, sin hacer ruido cuenta a Sport.sky.it que fue “un día de suerte, el fuerte viento partió la escapada en dos, los líderes se quedaron sin gregarios y aproveché el momento para escapar”.
Tras una inmensa cabalgada en solitario mostrando su excepcional clase al mundo ciclista, logró llegar en solitario a la meta con los rivales pisándole los talones. Así se gestó una edición de Sanremo que rompió con todos los guiones. “La belleza de Sanremo es que es imprevisible. Es tan larga que puede pasar cualquier cosa”.
Jugando al Pro Cycling Manager (by Txente).
¿Cómo puede ser que una Carrera de 300kms sea aburrida y lleguen todos al sprint? Entiendo que es bastante llana y sus cotas no son muy duras. Pero ¿por qué desaprovechar tanto terreno?
Hay varios ejemplos recientes de etapas largas y clásicas, sin mucha dificultad, que se rompen de salida a mucha velocidad en el llano. Una de las más espectaculares del pasado Tour, la etapa 7 de 249kms, con una escapada de salida con nada menos que el líder Van Der Poel y su archienemigo Van Aert. Otra, la etapa de 220kms en Guadalajara de la Vuelta´19, donde más por miedo a abanicos que otra cosa el pelotón se rompió de salida y la persecución provocó que los corredores entraran uno a uno reventados en meta.
En pruebas de un día, escapadas serias de salida (numerosas y con rodadores de nivel) condicionaron sustancialmente la carrera del mundial de Yorkshire´19 y el de Flandes’21 por ejemplo, con recorridos de más de 270kms pero con poca dureza.
Como bien decía Gabriele Gianuzzi en el especial ACDP del “Abecedario”, después de 300kms suele haber explosiones que no se ven en carreras cortas, no es ciclismo-youtube, es un monumento. No hace falta Le Manies ni más dureza. Hace falta que los que no tienen opciones en el guión autoimpuesto aprovechen los 300kms que tiene la carrera.
Si miramos la startlist seguro que encontramos a un 75% de corredores (o un 50% de equipos) que no tienen ninguna opción con el guión habitual. Claro que es difícil. Se trata de explotar todas las opciones e intentar crear situaciones que rompan el control férreo del pelotón y de los equipos de los favoritos.
Ahora, ¿qué táctica diseñar en el bus para endurecer la Milan-Sanremo y no llegar todos juntitos y enteros al Poggio? Vamos a escoger equipo, el Lotto Soudal. Tiene a un corredor venido a menos que si gana entra en el Olimpo ciclista de los 5 monumentos, Phillipe Gilbert. Cuenta también con un joven pedrusquero que fue subcampeon en Roubaix’21, Florian Vermeesch. Y sobre todo cuenta con un sprinter que ya ha sido 2 veces segundo y que es uno de los favoritos, Caleb Ewan. Además tiene una legión de rodadores y clasicómanos muy aprovechables: Campenaerts, Frison, Wellens, Kluge.
Se podría pensar en no alterar el guión y jugar la baza de Ewan al sprint. Pero ¿habrá sprint? Viendo el estado actual de los Pogacar, Van Aert y compañía lo dudo. Como hemos venido a jugar vamos a utilizar todas las piezas y crear la situación para que Gilbert intente entrar en el Olimpo. Si no hemos conseguido crear la situación para dar la oportunidad a Gilbert, lo sentimos mucho Phillipe pero te toca la labor de guardaespaldas de Ewan y de asegurar que llegue lo más entero y en cabeza posible al ‘día de la marmota’ en el Poggio.
De salida, todos menos Gilbert y Ewan tratarán de meterse en la escapada, intentando meter mínimo a dos de ellos. Si hay ataques de buenos rodadores los mamporreros del pelotón abortarán toda fuga. Pero a medida que vaya tardando en formarse, aparte de acumularse cansancio debido a la velocidad, otros equipos sin opciones tratarán de meter gente de nivel en la escapada. Hay veces que las ecapadas tardan en hacerse hasta 70-80kms, y ya se les deja ir por pesados pero sin que cojan mucha ventaja. Puede que sean escapadas sin futuro, pero 250kms controlando una fuga numerosa de buenos rodadores dan para acumular mucho cansancio, y a ver quién controla al final.
Volvamos a nuestro equipo, de entre los 5 valientes al menos Campenaerts, Wellens o Vermeesch tienen que estar en la fuga, por si ésta llega a tener opciones de victoria. Pero lo más probable es que el pelotón se les eche encima a unos 50 kms del final, cuando vienen las cotas. Ahí es el turno para el ataque de Gilbert, ni demasiado cerca de meta para tener algo de libertad, ni demasiado lejos para que se organice una caza, sin gregarios frescos y con las típicas dudas entre favoritos para los relevos. Y de ahí pedalear hasta la meta de Sanremo, la Classicissima. Un monumento.
“¿Imposible hoy en día? En mis tiempos también era imposible. Pero no, no es imposible, yo lo hice.”
Claudio Chiapucci (#TabernaACDP, Ivoox, 7-4-2020)
Gran artículo Jon!!
Guapísimo artículo (o debería decir BELLISSIMO?) repasando las mil variables que tiene esta carrera tan guapa como impredecible. Zorionak Jon!