Diario de un cicloturista: De tranquis

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¡Hola a todo el mundo!

Pues parece ser que lo de los personajes ha gustado y es que es normal porque, maldita sea, es todo verdad. Y me he dejado en el cajón un montón de pintorescos actores de este mundillo que todos conocemos y que probablemente, nosotros mismos seamos alguno de ellos pero habrá otra ocasión para abrir esta particular caja de Pandora.

Por lo pronto, ahora mismo estoy organizando una ruta para hacer mañana mismo y me ha parecido buena idea ponerla en común en el grupo de la grupeta. Normalmente mis idas de olla suelo digerirlas yo solo porque luego me quedo sin amigos. Una ruta de 200 kilómetros es justo calificarla como una ida de olla o al menos eso creo yo. Y me he reído mientras describía un poco por encima la etapina a todos los demás compañeros porque en el apartado de “ritmo”, he puesto literalmente: “en plan no morir en el intento de un patatazo.” Efectivamente, así soy yo.

La cosa es que se me escapó la risa al enviar esto porque la traducción de mi jerga al español de ese mensaje, es algo así como que la ruta es una salida larga, cierto, pero DE TRANQUIS. DE TRANQUIS. DE TRANQUIS. No me digáis que no leéis esto y no se os escapa la risa floja. Mirad, mirad, otra vez. DE TRANQUIS. DE TRANQUIS. DE TRANQUIS.

Y es que no se me ocurre una expresión ciclista más peligrosa, inquietante y, por qué no decirlo, falsa, que esto de que se sale de tranquis. No son pocas las encerronas en las que me he visto envuelto con esto de que se sale de tranquis. Después de los años, cuando una ruta va con este marchamo, yo ya me pertrecho para la mayor de las batallas, no vaya a ser que todo sea un engaño…(DE TRANQUIS. DE TRANQUIS. DE TRANQUIS.)

En honor de la verdad, hay que decir que las rutas de este palo, suelen empezar de manera relajada. Charleta tranquila, risas, da igual quién esté dando el relevo porque el ritmo es lo de menos, etc. Pero como en todo cartucho de dinamita, hay un momento en el que alguien prende la mecha y todo salta por los aires. No sabría definir cómo sucede tal cosa. Un relevo más fuerte de la cuenta, un repechín que se sube con más ganas de lo estipulado de inicio, el viento que entra de cara…quién sabe. Pero lo cierto es que en el momento que el cartucho explota, no hay quien detenga esa bomba.

Alaphilippe hace historia al proclamarse campeón del mundo de ciclismo en  Imola
Alaphilippe detonando el mundial de Imola

Esas etapas de colegas suelen convertirse en verdaderas guerras entre hermanos, campos de batalla llenos de piques a la vuelta de la esquina y puñaladas por la espalda de quien menos te lo esperabas. Además de todo, a los más zorreras y a las más canallas, lo más probable es que no les pille por sorpresa todo esto, pero como haya dentro de la grupeta algún alma pura que no esté demasiado viciado o viciada, se va a ver en un serio problema. ¿Qué necesidad había de llenar uno de los bolsillos traseros de comida si todo apuntaba a que la ruta iba a ser tranquila? (DE TRANQUIS. DE TRANQUIS. DE TRANQUIS.) ¿En qué cabeza cabe que tus propios hermanos y hermanas de grupeta vayan a apuñalarte por la espalda en ese repecho por el que todo indicaba que se subiría en plato pequeño y corona tirando a grande?

En lugar de todo eso el panorama es algo así como babas en la comisura de los labios, plato grande y piñón que en ningún caso sube de 17 dientes, mucho repecho en bielas, relevos a castañazo puro y cada vez menos palabras. Las palabras pasan a ser miradas de reojo cada vez que te dan el relevo. Una mirada que no tiene nada de amistoso en la mayor parte de las ocasiones porque lo que es está produciendo en la grupeta es una suerte de golpe de estado al orden normal de las cosas. Soltar piernas y café. ¡Ese era el plan, leñe! ¿Quién ha sido el responsable de esta alteración del plan? Son de esas preguntas sin respuesta.

Y lo que tampoco tiene respuesta es esa especie de necesidad de sufrir que tenemos los ciclistas. En el tipo de circunstancias que os estoy describiendo se sufre en muchas ocasiones más que subiendo Pajares, La Camperona, el Alto de Santa Tecla o Tourmalet. El asunto es que al pillarte por sorpresa…¡YA, YA! ¡POR SORPRESA!

Las malas miradas terminan cuando se llega al bar estipulado para hacer la parada, porque si la grupeta es como Dios manda, el café se toma sí o sí. Todos colocando la bici para tomar asiento en el bar, muy formales hasta que alguien grita…¡DE TRANQUIS! ¡LA RUTA ERA DE TRANQUIS!

Wout Van Aert after his somewhat trying day at Paris-Roubaix 2019 | Paris  roubaix, Lotto soudal, Paris
Van Aert reventado en el velódromo de Roubaix 2019

En fin. Este tipo de cosas, si las lee una persona que no esté metida dentro de la tribu ciclista pues puede pensar que no tiene mucho sentido. Y menos sentido tiene el hecho de que después de un día así, en el que las piernas te pican como si por las venas te circularan alfileres, lo que piensas en realidad es que te lo has pasado genial y que tus compañeros son un atajo de traidores, pero que son tus traidores preferidos y que ya tienes ganas de que llegue la siguiente ruta en la que ser ciclista siempre valga la pena.

Por Daniel Pazos Herrero @dpazosherrero

Categorías Blog

1 comentario en «Diario de un cicloturista: De tranquis»

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