¡Hola a todo el mundo!
Si en la anterior entrega de este particular diario de un cicloturista escribí acerca de si el ciclismo podría considerarse una actividad individual o colectiva, en esta ocasión voy a tocar un tema siempre pintoresco porque teniendo en cuenta esa faceta más colectiva del deporte de la bicicleta, cuando nos juntamos con los colegas, la cantidad de personajes que nos podemos encontrar en la carretera es absolutamente extraordinaria.

Así por ejemplo, quién no se ha encontrado en la siguiente situación. Vamos rodando, da igual si lo hacemos solos o en compañía de la grupeta, por una carretera absolutamente secundaria por la que no nos hemos cruzado, ya no con coches, sino que no nos hemos cruzado con ningún humano en muchos kilómetros. De repente, a lo lejos, se vislumbra la silueta de alguien que ataviado con la típica indumentaria ciclista, se va a cruzar en nuestro camino. “Un ciclista”, podríamos pensar. Pero cuando le tenemos a nuestra altura y le saludamos utilizando alguna de las variantes de saludo ciclista (¡aupa!, ¡eepa!, ¡taluego!, ¡venga!, ¡tigre!) resulta que el personaje en cuestión no devuelve el saludo y te quedas con cara de póquer.
Otro personaje muy habitual en nuestras carreteras es sin duda aquel compañero de grupeta que se tira la ruta entera llorando. Suelen ser personajes que, además de todo, entrenan a lo zorro ya que por sus comentarios, bien podríamos pensar que si consiguen salir el fin de semana habría que felicitarles, pero todo queda claro en el momento que llegamos al puerto del día o la subida estrella de la ruta o lo que sea. Resulta que estos personajes, no sólo no se quedan rezagados, lo normal de creernos todo lo que llevan contándonos durante muchos kilómetros, sino que además de todo, ATACAN. Ahí es cuando nos dejan a todos rotos por completo.
Me he fijado que los personajes ciclistas se mimetizan, ya no sólo con el entorno, sino que también lo hacen con los nuevos inventos del mercado ciclista. Así por ejemplo, existe un nuevo artilugio que seguro que lo habréis visto, que es un pequeño retrovisor que se adapta al manillar para ver cuándo nos va a adelantar un vehículo. Pues resulta que los personajes más camaleónicos del pelotón cicloturista no lo utilizan en realidad para su uso más natural. Lo utilizan para ver cuándo te vas a acercar tú, ciclista, y aumentar un poco más el ritmo para seguir castigando a los pobres compañeros. La verdad es que esta adaptación es digna de aplaudir, maldita sea. La innovación siempre merece un aplauso.

¿Y qué hay del personaje más temido a la hora de dar relevos? Me estoy refiriendo a ese que cuando le toca ponerse a los mandos de la grupeta no hace prisioneros. Ese que cuando se pone a tirar ves cómo el cuenta pasa de unos cómodos 30 km/h o algo así, a 38 o lo que le parezca bien a él o ella porque tira sin conocimiento. Menos mal que existe en la grupeta otro personaje que nadie sabe cómo es la parte trasera de su bici porque no se ha dignado a dar un relevo en la santa vida. Ese personaje que en cuanto entra a tirar del grupo el que no hace prisioneros, siempre da unas cuantas voces desde lo más profundo del pelotón en plan “¡¿dónde vas?!” o algo que a mí siempre me ha encantado como “¡el café lo para el primero que llegue!”. Verdadera poesía ciclista porque lo que se escucha si prestas atención a lo que masculla entre dientes, la verdad que no podemos reproducirlo por aquí.
Después se podría señalar un par de personajes que van de la mano. El compañero de grupeta que no calla y el compañero de grupeta que no habla nada de nada. Cuando circulamos en fila de a dos en vías con buena visibilidad y se van dando relevos te puedes ver emparejado con el compañero que no deja un solo instante de hablar. Ahí te ves tú, con el corazón en la boca por el ritmo de la grupeta y este personaje sin dejar de hablar. ¡Cómo es posible! Pero también te puede tocar la antítesis, que es el compañero que no sabes ni cómo es el tono de su voz. Sólo le escuchas decir “buenos días” al llegar al punto de encuentro por la mañana, y “hasta la semana que viene” en el momento de llegar a casa.
En todo grupo de colegas de bici están los típicos ciclistas que al igual que los casos anteriores son el día y la noche. El que siempre tiene calor y el que siempre tiene frío. Estoy pensando en el típico Mikel Ilundain de turno que no se pone perneras en la vida haga el tiempo que haga, no sabe lo que son unos manguitos, que hay cero grados y se baja un poco la cremallera del maillot o cosas así. Yo admiro un montón a este tipo de personas porque yo formo parte del otro colectivo. Los que siempre tienen frío. Guantes del espacio para salir en invierno, más capas que una cebolla, todo tipo de camisetas térmicas y demás parafernalia. La ventaja de la gente como yo es que en verano nunca jamás tenemos calor pero como habitante del norte de España que soy, no tengo muchísimas ocasiones para disfrutar de esta ventaja, la verdad.
Podría estar definiendo diferentes perfiles ciclistas durante horas y horas porque, otra cosa no, pero personajes dentro de este mundillo hay para parar un tren. Y es curioso porque una grupeta vista de lejos puede parecer hasta algo aburrido, en silencio, todos parecen concentrados en dar pedales sin mas, pero la realidad es muy distinta. Y ese es uno de nuestros secretos como ciclistas. Que no sólo se trata de dar pedales ya que todo esto es muchísimo más. Formamos parte de una tribu con sus normas y costumbres. Lo que piensen los demás debería de darnos un poco lo mismo porque, ya sabéis. Ser ciclista siempre vale la pena.

Cuanta razon y sensated en estas palabras. Personalmente lo que peor llevo es que no me saluden, cuando me cruzó con algún ciclista.