Diario de un cicloturista – Hacer un Pretty Woman

Tiempo de lectura 4 minutos

¡Hola a todo el mundo!

Estamos viviendo grandes momentos en las últimas semanas. Si leéis esta entrada en algún momento alejado de la primavera del 2020 puede que tengáis que revisar las noticias de la época pero para los que estamos viviendo esta situación, sin lugar a dudas es un acontecimiento histórico todo esto del confinamiento, el coronavirus y demás.

No obstante, cada año por estas fechas se da un fenómeno altamente ilusionante y esperanzador pero también cargado de dudas para los ciclistas. El entretiempo.

No para todo el mundo es lo mismo, claro. Depende en gran medida de dónde vivas, pero desde el punto de vista de un ciclista que practica cicloturismo por el norte de España como es mi caso, esta época del año es una aventura en sí misma. Seguramente Mikel Ilundain o Sergio Rodríguez sepan de qué hablo, pero para los más sureños Fran Alarcón y Albert Rivera, puede que esto les vaya a pillar por sorpresa.

Primera hora de la mañana y me despierto con la ilusión de hacer una gran ruta. Ya estamos en mayo y los días son preciosos, una luz genial, la vegetación está exuberante, los
pajarillos están haciendo cosas de pájaros y el cielo está despejado. Desayunas, sacas al perro para que haga cosas de perros y ahí es donde empieza la aventura. “Está fresco, pero puede que más tarde haga buena temperatura”, piensas de manera inocente.

Llegas a casa, el perro se da cuenta de que se va a quedar un ratín solo en cuanto te ve iniciar los preparativos previos al inicio de cada salida en bicicleta y tú vas al armario en
donde guardas las mejores galas ciclistas. Abres la puerta y comienza una de las mayores aventuras ciclistas anuales. Escoger la ropa que te vas a poner para un día de entretiempo.

La decisión sobre qué ponerte abajo suele ser la más fácil. Culote corto resulta ser la mejor opción, aunque tengo que confesar que unas perneras no están de más dependiendo del día. En mi caso soy friolero hasta límites insospechados, vivo en una ciudad difícil para serlo, pero voy sobreviviendo año tras año.

El verdadero problema empieza con la parte de arriba y podemos comenzar con las manos. Piensas en las rutas de días anteriores y en cómo dejaste de sentir los dedos
durante los primeros kilómetros. Aún recuerdas ese dolor tan particular que se siente al tener los dedos como chupiteles pero también recuerdas que llegaste a casa con las manos bien. ¿Qué hago? Miras ilusionado los guantes de verano, mentalmente desechas los más gordos de invierno, pero ahí están, orgullosos, esos guantes con dedos largos y algo más de fuerza que los veraniegos. ¿Serán suficiente?

Los maillots de entretiempo son de las prendas más chulas de llevar pero ¿será un buen momento para salir sólo con uno de estos maillots, una jornada primaveral de mayo? Los primeros kilómetros este tipo de prendas te los hacen muchísimo más fáciles, la verdad, pero más adelante, después de tomar el café en la terraza del bar del pueblo en mitad de ninguna parte, a pleno sol, comienzas a pensar en esa otra prenda que quizás hubiese sido mejor opción porque comienzas a asarte en tu propio sudor.

Porque el chaleco es esa pieza de ropa que hasta que no la tienes, no la echas mucho en falta pero en el momento en el que te haces con uno no puedes comprender cómo es
posible que hayas vivido tantos años sin un chaleco. Sin embargo, y os recuerdo que os está contando todo esto un friolero del norte, las primeras pedaladas de la ruta, armado
sólo con unos manguitos, un maillot de verano y un chaleco pueden ser pedaladas siberianas.

Al final lo que te queda es hacer un acto de fe. Tienes que escoger de una vez por todas la ropa que te vas a poner porque empiezas a parecerte a Pretty Woman en la escena de la tienda de ropa, sin saber muy bien qué hacer. Aquí no va a aparecer Richard Gere con la solución bajo el brazo ni tampoco le has escuchado a Eneko Carrillo ninguna
recomendación de algún libro en el que aparezca la solución al dilema al que te enfrentas.

Empiezas a mirar por la ventana con la esperanza de que aparezcan nubes negras en el horizonte que te faciliten la elección o una brisa heladora o cualquier otra cosa que te
indique que hay que abrigarse un poquitín. En las primeras horas de los días primaverales de aquí del norte lo que fijo que no te vas a encontrar al abrir la ventana es una bocanada de aire tórrido que te indique que la mejor opción es salir de corto total, así que sigues en la casilla de salida. En lo del acto de fe.

Empiezas a añorar los días de invierno en los que la solución a este tipo de problemas es bien sencilla porque te abrigas como si fueses a buscar a Amundsen al polo norte, aunque en mi caso lo que deseo es que de una vez por todas lleguen los días de verano en los que el sol todo lo achicharra, desde las dudas sobre lo que ponerte para hacer una ruta en bici, pasando por los virus generadores de pandemias mundiales (eso esperamos todos).

Todos los días felices volverán, que no nos quepa la menor duda, pero durante los próximos días vamos a tener que seguir haciendo un Pretty Woman frente al espejo cada
vez que salgamos a rodar pero recordad. Ser ciclista siempre vale la pena.

Escribe Daniel Pazos (cicloturismoleon.com)

Categorías Blog

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.